You rock (tú molas)
"Mi código moral es la necesidad de que me consideren buena" o de por qué convertirse en la persona que todos quieren es como pegarse un tiro en el pie
Hay gente que te cancela la suscripción si no le sigues el agua.
Andaba dándole vueltas a esto cuando vi el documental de Taylor Swift en Netflix, “Miss Americana”. No soy fan de la de Pensilvania: yo aprendía a ser mamá cuando ella despuntaba como artista country, y luego simplemente dejé de escuchar la radio.
Pero jodo con Tayor.
“Mi código moral es la necesidad de que me consideren buena. Una chica buena. Soy feliz cuando me elogian mucho y me convertí en la persona que todos querían”.
Estas ideas dan forma a un documental que habla sobre la persona que hay detrás de la súper star, que a sus 34 se acaba colar en la lista Forbes. Pero, sobre todo, de la dictadura que exige adaptarse y ser obediente para ser aceptada. Del terrible hábito de desdibujar nuestros propios límites para que nos quieran. Algo que, además, ocurre mucho con nosotras, las mujeres.
Alguien dirá que esto es una especie de actitud, una elección personal, que nadie le pidió a esta chica que fuera una perita en dulce condescendiente y obediente. Pero seamos honestos, en determinados ambientes y bajo según qué tutelas, si dices que no o simplemente das una opinión no alineada con la de fulanito, se te va a poner la cosa complicada. Que igual tampoco estás de perlas aunque seas condescendiente, pero somos expertos en aceptar migajas cuando la autoestima está tocada.
Todos hacemos lo que podemos para socializar y adaptarnos en entornos que no son los mejores. Y no poner límites es eficaz a corto plazo. Hay gente que vive siempre así. Nos enseñan que hay que hacer lo posible por parar la tormenta y evitar el conflicto, sobre todo ante determinados perfiles.
Calla y sonríe… ¿qué te cuesta, cariño?
El secreto parece ser que no se te note cuando algo no te gusta y que no uses muchas adversativas. Un amigo me decía: “cambia la palabra ‘pero’ por ‘y”. Igual tiene razón para no despertar egos ajenos. Estoy por apuntarme a un máster en cara de nada, próximamente en todas las plataformas.
Normalmente no solo buscamos la paz, sino evitar las consecuencias de la pérdida de aprobación o respaldo. Diría además que esto no es un miedo tan infundado, no forma parte solo de un conjunto de creencias aprendidas como mantra, porque suele llegar el día en el unos cuantos y todos sus palmeros te tiran por la borda si no haces la pelota lo suficiente. En el cole, en las relaciones y en los trabajos.
Y aprendemos que encajar es sinónimo de sociabilizar con éxito, también cuando nos tenemos que amputar un borde para que el puzle le guste a alguien.
Taylor dice que los artistas son, a menudo, profundamente inseguros y el aplauso les confirma que valen a los ojos del mundo. Acalla el síndrome del impostor y da el plácet para ser amados.
El problema llega cuando el aplauso falla o cuando te descartan.
Dejar la medida de tu valor en menos de un parámetro tan variable y externo como los juicios ajenos es peligroso.
“Tuve que deconstruir todo un sistema de creencias, desecharlo y rechazarlo”. ¡Ay Taylor, y yo criando niños mientras tú ibas a los Grammys para llegar a la misma conclusión!
La mayoría de nosotros crecemos deseando ser queridos, convidados, amados. Nos esforzamos tanto para lograrlo que hacemos de todo para que nos vuelvan a activar la suscripción, aunque sea de dudosa calidad. A veces deseamos el cariño de quienes no lo tienen para sí mismos y pasamos años alimentándonos de esas migajas.
Es titánico creer en uno mismo cuando hay ruido de fondo. Pero también es ley de vida y nos vamos entrenando a lo largo de los años. A veces, un día, dices que no, y se lía parda. Otras veces basta con el silencio. Mucho rock and roll del bueno y siguiente pantalla.
Porque… you rock baby (tú molas, nena).
Así que sean felices, pongan límites y coman lentejas
Gracias por leer
Si buscas que te consideren buen@ debes estar dispuest@ a fortalecer tu capacidad de encontrar la felicidad dentro de ti mism@ aunque sea a base de comer lentejas.
He mirado la descripción de “Swift”, en su acepción tipográfica, y es interesante: “Swift debe su nombre a un pájaro de vuelo rápido. Austera y concisa, firme y original, Swift es adecuada para casi cualquier propósito. Swift se ha desarrollado especialmente para mantener un máximo de calidad y legibilidad cuando se utiliza en procesos de impresión y visualización desfavorables, como periódicos, impresión láser y pantallas de baja resolución”.
Swift, la Taylor o la letra, han nacido, según parece, para adaptarse, “para casi cualquier propósito”, incluso en condiciones “desfavorables”. Es una opción vital respetable, pero no sé si es la mejor. Me pasa como a ti: pienso mucho en los límites y en hasta qué punto hay que dejar de ser uno para ser aceptado por el entorno. La familia y los amigos te tienen que querer como eres, supongo… Pero ¿y en el ámbito profesional?
Yo creo que hay una relación directa entre mediocridad e intolerancia. Cuando más mediocres (hablo de jefes/as y compañeros/as), más intolerantes. Aclaro de antemano que he tenido mucha suerte en mi vida, ja ja ja ja, que no quiero enfadar a nadie.
Los mediocres no distinguen entre conceptos como obediencia/lealtad, o aceptación/respeto. En las Lenteja de hoy preguntas dónde está el límite de tu cesión para ser aceptada. ¿Y dónde está el límite de los otros para invadir, para agredir, para imponer? Esa es la cuestión. Desgraciadamente, vivimos en un contexto de egos inflamados, de individualismo y de ausencia total de tolerancia a la frustración: “Si no me sigues la corriente es que estás contra mí”.
Como madre y como profesional, seguramente te habrá tocado leer muchas veces, en voz alta, el cuento de “El traje nuevo del emperador”. Y seguramente los adultos a quienes se lo trataste de explicar no quisieron entenderlo.
Yo prefiero una Lara que quiere ser buena persona y buena profesional a una Taylor que sí, “is rich”, pero va desnuda de sí misma por querer agradar a los demás.